Querido Antonio:
Te escribo después de tantos años para agradecerte. Haciendo memoria de tus métodos de enseñanza me vienen a la cabeza buenos recuerdos principalmente, aunque también algunos no tan buenos. Me gustaría compartir contigo mi opinión:
En primer lugar he de decir que tus clases fueron muy peculiares. Después de tanto tiempo seguimos comentando entre tus ex-alumnos algunas anécdotas de entonces, siempre con gratos recuerdos. Uno de los aspectos que más me marcó de tu forma de educar es que nunca nos castigabas de forma que pagáramos nuestro mal comportamiento o nuestra pereza, sino que aplicabas sanciones constructivas que nos ayudaban a comprender nuestros errores y que aportaban algo positivo al desarrollo de la clase. Además, premiabas nuestro trabajo y nuestro buen comportamiento a expensas del de los demás, de tal forma que no buscábamos comparaciones entre nosotros que nos llevaran a sentirnos superiores o inferiores al resto. Por otra parte, fomentabas el crecimiento personal de tus alumnos mediante investigaciones acerca de diferentes asuntos, problemas de la vida y demás, mediante trabajos cooperativos y mediante actividades extraescolares planificadas con un objetivo importante, entre otras formas.
Sin embargo, en ocasiones tu falta de mano dura propiciaba que a veces no nos importara infringir las normas a cambio de un falso arrepentimiento que conllevara una sanción menor. Además, tu especial simpatía y apoyo hacia algunos alumnos trabajadores y de buen comportamiento hacía que otros no se sintieran tan confiados y tan ilusionados en algunas ocasiones.
No obstante, la marcha de la clase fue muy satisfactoria, gracias a tus métodos principalmente, y somos muchos los que guardamos un muy buen recuerdo de aquellos años, y un buen recuerdo de nuestro maestro.
Gracias por todo lo que hiciste y lo que haces.
Un abrazo,
Daniel.
Estimado D. Ignacio,
Varios años después de haber elegido mi camino, echo la vista atrás y veo todo lo que he dejado y el sufrimiento que ha costado. Hago un balance de la situación en cuanto a experiencias y personas (no te preocupes, dentro de la mediocridad reinante, ¡tú sales muy bien parado!). Situaciones embarazosas, momentos divertidos, compañer@s inolvidables, instantes de tensión pero, ante todo, tiempo malgastado en absurdas explicaciones que al final no nos han servido de mucho. Tengo la sensación de haber perdido un tiempo precioso de mi vida y que vosotros en general (no, no tú en particular) sois los principales responsables de ello.
Aún así, también hay cosas buenas… recuerdo especialmente las horas que “malgastaste” con toda la clase para enseñarnos a jugar al ajedrez; parece mentira, pero llegué a jugar en un equipo de ajedrez y todo… extraño, ¿verdad!? Alguien que mezcla dos deportes tan distantes como fútbol-sala y ajedrez (duró poco porque me quitaba demasiado tiempo entre desplazamientos y partidas, pero me gustaba bastante). Creo que tampoco te lo supimos agradecer nunca, por eso me alegra tener la ocasión de hacerlo en esta carta. También recuerdo con mucho cariño tu forma de intentar sacar lo mejor de cada uno de nosotros. Creo que esto es debido a mi carácter, ya que la mayoría de la clase no estará de acuerdo con esto; quizá es debido a mi gran competitividad que agradezca tanto tu “más difícil todavía” para los que acabábamos pronto los ejercicios “normales”. Tengo que reconocer que no debe ser bueno entregar dinero como premio, pero era un incentivo más… simplemente eso. Aún así, lo habría hecho igualmente aunque únicamente estuviera en juego el mero hecho de superarse día a día.
Al final, te hice casi y sigo estudiando… cualquier cosa, por el simple hecho de aprender algo en lo que tenga interés… tal y como me recomendaste antes de elegir caminos separados. Espero que la vida te esté tratando todo lo bien que te mereces y que te recompense, de alguna forma u otra, por todo el bien que repartiste entre nosotros.
Un abrazo,
Basi.
Hola Pedro:
¿Qué tal estás? Yo bien. Este año sólo tienes a dos alumnos y encima en la obtención de la DEI. Sé que no es igual que dar clase de Antropología filosófica. Agradezco que comprendiese que no es lo mismo dar clase a uno que a diez y que adaptase sus clases para mí solo.
Me gustaban sus explicaciones y el amor que sentía hacia la asignatura, esas cosas se notan cuando se atiende a clase. Me hacían gracia sus “esquemitas” aunque sólo escribiese la primera letra de cada palabra, eso demostraba que se preparaba las clases. Agradezco que me ayudase en la elaboración del trabajo de investigación y que aumentase el plazo de entrega.
Lo que no me gustaba eran sus “repasitos”. No es normal que en la universidad el alumno tenga que salir a la pizarra a recitar durante una hora completa todo el tema exactamente como lo decía el libro. Tampoco me gustaba cuando al corregir el examen decía “esta pregunta se refiere a estos quince puntitos y me has puesto doce” aunque los restantes estuviesen incluidos en puntos anteriores. Tampoco estaban bien las preguntas tipo: “eso aparece en el segundo punto del pie de página de la página ciento veinticuatro”. Los comentarios de “¿a que te esperabas estas preguntas?” cuando eran las más raras tampoco me hacía mucha gracia.
Agradezco su labor y le deseo lo mejor. Saludos:
Carlos
Te escribo después de tantos años para agradecerte. Haciendo memoria de tus métodos de enseñanza me vienen a la cabeza buenos recuerdos principalmente, aunque también algunos no tan buenos. Me gustaría compartir contigo mi opinión:
En primer lugar he de decir que tus clases fueron muy peculiares. Después de tanto tiempo seguimos comentando entre tus ex-alumnos algunas anécdotas de entonces, siempre con gratos recuerdos. Uno de los aspectos que más me marcó de tu forma de educar es que nunca nos castigabas de forma que pagáramos nuestro mal comportamiento o nuestra pereza, sino que aplicabas sanciones constructivas que nos ayudaban a comprender nuestros errores y que aportaban algo positivo al desarrollo de la clase. Además, premiabas nuestro trabajo y nuestro buen comportamiento a expensas del de los demás, de tal forma que no buscábamos comparaciones entre nosotros que nos llevaran a sentirnos superiores o inferiores al resto. Por otra parte, fomentabas el crecimiento personal de tus alumnos mediante investigaciones acerca de diferentes asuntos, problemas de la vida y demás, mediante trabajos cooperativos y mediante actividades extraescolares planificadas con un objetivo importante, entre otras formas.
Sin embargo, en ocasiones tu falta de mano dura propiciaba que a veces no nos importara infringir las normas a cambio de un falso arrepentimiento que conllevara una sanción menor. Además, tu especial simpatía y apoyo hacia algunos alumnos trabajadores y de buen comportamiento hacía que otros no se sintieran tan confiados y tan ilusionados en algunas ocasiones.
No obstante, la marcha de la clase fue muy satisfactoria, gracias a tus métodos principalmente, y somos muchos los que guardamos un muy buen recuerdo de aquellos años, y un buen recuerdo de nuestro maestro.
Gracias por todo lo que hiciste y lo que haces.
Un abrazo,
Daniel.
Estimado D. Ignacio,
Varios años después de haber elegido mi camino, echo la vista atrás y veo todo lo que he dejado y el sufrimiento que ha costado. Hago un balance de la situación en cuanto a experiencias y personas (no te preocupes, dentro de la mediocridad reinante, ¡tú sales muy bien parado!). Situaciones embarazosas, momentos divertidos, compañer@s inolvidables, instantes de tensión pero, ante todo, tiempo malgastado en absurdas explicaciones que al final no nos han servido de mucho. Tengo la sensación de haber perdido un tiempo precioso de mi vida y que vosotros en general (no, no tú en particular) sois los principales responsables de ello.
Aún así, también hay cosas buenas… recuerdo especialmente las horas que “malgastaste” con toda la clase para enseñarnos a jugar al ajedrez; parece mentira, pero llegué a jugar en un equipo de ajedrez y todo… extraño, ¿verdad!? Alguien que mezcla dos deportes tan distantes como fútbol-sala y ajedrez (duró poco porque me quitaba demasiado tiempo entre desplazamientos y partidas, pero me gustaba bastante). Creo que tampoco te lo supimos agradecer nunca, por eso me alegra tener la ocasión de hacerlo en esta carta. También recuerdo con mucho cariño tu forma de intentar sacar lo mejor de cada uno de nosotros. Creo que esto es debido a mi carácter, ya que la mayoría de la clase no estará de acuerdo con esto; quizá es debido a mi gran competitividad que agradezca tanto tu “más difícil todavía” para los que acabábamos pronto los ejercicios “normales”. Tengo que reconocer que no debe ser bueno entregar dinero como premio, pero era un incentivo más… simplemente eso. Aún así, lo habría hecho igualmente aunque únicamente estuviera en juego el mero hecho de superarse día a día.
Al final, te hice casi y sigo estudiando… cualquier cosa, por el simple hecho de aprender algo en lo que tenga interés… tal y como me recomendaste antes de elegir caminos separados. Espero que la vida te esté tratando todo lo bien que te mereces y que te recompense, de alguna forma u otra, por todo el bien que repartiste entre nosotros.
Un abrazo,
Basi.
Hola Pedro:
¿Qué tal estás? Yo bien. Este año sólo tienes a dos alumnos y encima en la obtención de la DEI. Sé que no es igual que dar clase de Antropología filosófica. Agradezco que comprendiese que no es lo mismo dar clase a uno que a diez y que adaptase sus clases para mí solo.
Me gustaban sus explicaciones y el amor que sentía hacia la asignatura, esas cosas se notan cuando se atiende a clase. Me hacían gracia sus “esquemitas” aunque sólo escribiese la primera letra de cada palabra, eso demostraba que se preparaba las clases. Agradezco que me ayudase en la elaboración del trabajo de investigación y que aumentase el plazo de entrega.
Lo que no me gustaba eran sus “repasitos”. No es normal que en la universidad el alumno tenga que salir a la pizarra a recitar durante una hora completa todo el tema exactamente como lo decía el libro. Tampoco me gustaba cuando al corregir el examen decía “esta pregunta se refiere a estos quince puntitos y me has puesto doce” aunque los restantes estuviesen incluidos en puntos anteriores. Tampoco estaban bien las preguntas tipo: “eso aparece en el segundo punto del pie de página de la página ciento veinticuatro”. Los comentarios de “¿a que te esperabas estas preguntas?” cuando eran las más raras tampoco me hacía mucha gracia.
Agradezco su labor y le deseo lo mejor. Saludos:
Carlos
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